miércoles, 24 de septiembre de 2008

15 AÑOS DESPUES, SERGIO RORIGUEZ VIVE MAS ALLA DE LOS MURALES



Ayer, 23 de septiembre se cumplieron 15 años del asesinato del flaco Sergio, ser especial, querido y respetado por todos quienes le conocimos.

Sergio, demás está decirlo (y no porque esté muerto), era una de esas personas que raras veces tenemos la oportunidad o el privilegio de conocer. Siempre una sonrisa en la cara, pasara lo que pasara en su casa o en su vida; siempre el entusiasmo por delante no importa el tamaño de la tarea que tuviera que emprender. Siempre presente con su sonrisa desobediente; esa con la que castigó por última vez a sus asesinos porque, aunque usted no lo crea, el flaco les echó un vainón. Quienes lo vimos muerto sabemos que es verdad que el loco estaba sonriente, como advirtiendo a sus esbirros que uno de sus poemas lo había escrito para cumplirlo: si me matan, decía, me voy a cagar de la risa porque quienes disparen nunca sabrán que los Quijotes nunca mueren, porque la esperanza no se mata.

Muchos fueron los momentos y los espacios que compartimos con este ser venido de otra galaxia. Trabajamos juntos en varios intentos editoriales de las cuales dos merecen recordar: el periódico Yulimar Vive, viviendo en cada página, cada trasnocho, cada calentera del negro Villa, en cada chiste malo del flaco. Y Forjadores de la Libertad, empeñado en volver por todos los caminos enseñando a la gente como hacer bombitas, como protegerse de los gases lacrimógenos, como prepararse para la insurrección “una tela de araña que hay que tejer”. Pasquines, muchos, tantos que ya no recuerdo.

El flaco Sergio hijo de la siempre querida Victoria era un militante integral; uno de aquellos raros ejemplares que no se quitaba el uniforme para aportar en cualquier parte, que trascendía al 23 de Enero, a Caracas, al país. Si, porque Sergio sembró afectos incluso fuera de nuestras fronteras. Recuerdo con particular alegría una anécdota de ese Quijote una vez que nos mandaron a Colombia a conversar con unos compas sobre la Escuela de Pensamiento NuestraAmérica. El loco me hizo bajarme del bus en la frontera y comenzó a cruzarla a pie. Llegaba a Colombia y corría al lado de Venezuela… Así muchas veces mientras gritaba: “Ja, ja, están jodidos todos los que pretenden olvidar el sueño de Bolívar… Ja, ja, somos un solo pueblo, miren lo que hago con la frontera”. Estaba maravillado de ese espacio tan tonto que llaman frontera. Y los soldados del DAS sorprendidos con ese loco altote dando saltos de aquí para allá por casi dos horas. Y conste que en esos tiempos no era común hablar de integración. ¿Han visto ustedes un “discurso” más claro sobre lo que significa integración? Yo no. Lo juro.


Recuerdo las escapadas del flaco de su garita de vigilante para ir a la Escuela de Educación a mostrarme un panfleto, un poema, cualquier vaina que sirviera de excusa para huir del tedio de ver carros pasar y de buenos días sin respuesta. A una profesora de la Escuela de Odontología la jodió bien feo. Todos los días le daba los buenos días y ella no respondía. Ah, imaginen a la academia inclinándose a responder al saludo del vigilante. Por favor. Un día la espero con un poema escrito en un marca-libros y se lo regaló por mal educada. Creo que esa mujer jamás olvidará al flaco.

Recuerdo otra misión. Una vez nos mandaron a aprender a hacer los famosos “bastones”, especie de chopos artesanales con los que íbamos a enfrentar a los enemigos, los de afuera y los de adentro. Ilusos llegamos a casa del “instructor” y nos fajamos a trabajar con las manos casi, sin herramientas casi. Al final de la tarde, cansados y sucios, teníamos cada uno un “bastón” y el compromiso de multiplicarlos. El peludo nos dijo sentencioso: compas, el esfuerzo que les costó hacer el bastón permitirá que lo quieran, que lo respeten, que se identifiquen con él, que confíen en él… Después de eso nos enteramos de que había maneras más fáciles de hacerlos. Otros lo perfeccionaron más adelante; pero en ese momento bajamos a Caracas orondos, orgullosos de nuestra obra y protegiéndola como si de un niño se tratara. Así entendía el flaco la línea militar de masas. Sin tanta paja, sin ese velo de misterio de guerrillero clandestino.

Han pasado 15 largos años de que nos arrancaron al flaco con una maldita bala, pero él sigue con nosotros. Porque, ¿cómo carajo olvidamos a personas como Sergio y Yulimar, cómo nos acostumbramos a vivir su ausencia; como si ellos siguen estando en que se niegan a abandonar como esquinas, salones, calles, callejones, canciones, poemas y en cualquier sitio donde exista un hombre, una mujer, una comunidad, un pueblo construyendo la Patria Grande.

Por eso, cada 23 de Septiembre retumba en los bloques del 23 de Enero:
¡¡Risa Desobediente, Presente…Presente!!

La Guara
itza97@yahoo.com