lunes, 21 de febrero de 2011

Bolas

Juan Carlos León
Creo que en un par de oportunidades intenté lanzarme en huelga de hambre, por allá en tiempos de estudiante en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Ninguna de las dos se pudo concretar. Aunque mis recuerdos sobre ese par de oportunidades no son muy buenos, sobre todo de la primera oportunidad, sí logro recordar que ese primer intento sería frente a la Nunciatura (sí, la de los pedófilos), en ese momento tenía que ver con reivindicaciones estudiantiles, y para lograr tal fin, teníamos planificado encadenarnos al portón de la cueva esa. Solo recuerdo al gordo Aquino entre quienes haríamos tal cosa. Tampoco recuerdo bien el porqué no se dio.
La segunda, la recuerdo mejor. Tenía que ver con un desesperado (obviamente) intento por llamar la atención sobre la estafa que se cometería desde el Ministerio de Educación (Caldera II) con las licitaciones de compra de libros escolares. La idea surgió en una tasca de Plaza Venezuela donde desesperados buscábamos la manera de parar la estafa de la cual serían víctimas, en primer lugar, los jóvenes estudiantes de primaria al recibir libros con mala calidad en cuanto al contenido y segundo, el patrimonio económico de la nación pues estaban en juego una gran cantidad de millones que significarían más endeudamiento.
Éramos tres quienes en ese momento discutíamos sobre qué y cómo hacer. Uno de los amigos nos planteó la posibilidad de la huelga de hambre, la haríamos los dos involucrados directamente en el problema, pues habíamos trabajado en el ME. Nos pareció buena la sugerencia del compa. En seguida empezamos a buscar el mejor lugar y fecha. Pronto decidimos que sería en la entrada de la Facultad de Humanidades y Educación de la UCV, eso garantizaría que los pacos no nos levantaran la huelga en la madrugada, pues tendríamos a los amigos cuidándonos. Listo.
Debía ser en lo inmediato, para ello teníamos que cuadrar algunas cosas con los panas; la seguridad, llevar las colchonetas, los documentos con los cuales sustentar nuestra denuncia y convocar a la prensa para el momento mismo en que nos lanzáramos. También buscábamos el mejor momento, es decir cuando no hubiese clases (madrugada) y poca vigilancia, debíamos estar ahí para cuando saliera el sol y abrieran la Facultad. Debíamos cuadra bien, pues muchos de los vigilantes eran adecos y hasta policías, no querían nada con luchas estudiantiles ni sociales de ningún tipo.
En la medida que cuadrábamos la estrategia, crecía el ánimo y la disposición a llevar a efecto nuestra acción. Para ser más precisos, y en honor a la verdad, mientras cuadrábamos el plan, el amigo quien se lanzaría conmigo estaba eufórico, la sola idea de las cámaras, las luces, los micrófonos, los flashes y hasta las libretas periodísticas, lo tenían excitado, emocionado, de una se apuntó para hablar él de primero. Nuestra expectativa era que en dos o tres días se resolvía el peo, para ello debíamos demostrar seguridad, fortaleza y convicción en lo qué hacíamos y decíamos, debíamos demostrar que estábamos dispuestos a todo, sabíamos que el gobierno no querría echarse encima semejante vaina.


Fue justo ahí, en esa sacadera de cuentas y planificando acciones posteriores, cuando surgió la pregunta: ¿Y si no nos paran bolas?. Bueno, apunto el mismo pana quien ya nos había sugerido la huelga de hambre, se lanzan en una de huelga de líquidos y en tres días están muertos. La cagó. Pues acordamos hacerla bien extrema y si en un plazo perentorio no daba resultados, nos lanzábamos en huelga de líquidos, es decir cero bebidas de ningún tipo. Estábamos decididos, o nos paraban o nos moríamos pal coño.
Tan pronto Freddy nos soltó semejante vaina, el compañero de huelga trastabillo, arrugó pues, apuró su cerveza de un coñazo y para cuando colocó la jarra en la mesa, aún el color no le había vuelto al oscuro rostro. Bueno Juan, alcanzó a decir, lánzate tú y yo me encargo del peo con la prensa, yo coordino todo lo que tenga que ver con los medios. No podemos morirnos los dos, porque si no la vaina se acaba. Freddy y yo, intercambiamos una rápida mirada, ya sabíamos que la huelga no iba.
Hoy, aquel amigo milita desaforadamente en las filas oposicionistas y en tiempos del paro golpista de finales de 2002, lo veíamos en todos los canales golpistas arengando al sacrificio de todos y a no comer y a no comprar y a no salir y a no vivir. Más o menos así es la calaña de estos muchachos que hoy, y los de mañana, se lanzan a una huelga de hambre que no es más que una función, una payasada, ojalá que alguno de ellos tenga bolas suficientes para dejarse morir por defender al asesino ese de mazuco.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Mala leche

Juan Carlos León
Se supone que cuando uno se mete en vainas, está dispuesto a aparecer en vainas. Susto? Sí, como no, pero si la vaina me gusta, le echo igual bolas aunque me dé miedo. Más o menos así funciona la cosa. La lógica humana, pues.
Ahora bien, las cárceles se han hecho ancestralmente para joder al que jode, aunque esta máxima no siempre se cumple, sobre todo si eres sendo pela bola. Pero por ahí va la vaina. Digo esto porque quien, por decir algo, atraca o roba, se enfrenta a una posibilidad de caer preso. En razón de lo cual, el atracador o ladrón, guardará algo del botín para el otro ladrón, es decir, el abogado. También andará por ahí, mentalmente ganado pa´la cana.
Esto último, y solo esto último, no tendría por qué ser muy distinto, para quien se enfrenta a una dictadura. Sobre todo si es una dictadura terrible con un gorilota y tal. A ese comportamiento medio suicida le llaman valentía, coraje, arrojo o claridad política, también hay quienes le dice, tener bolas. Por acá por estas bolivarianas tierras se han visto casos.
Hay quienes datan la última dictadura con un pocotón de años, y no sé porqué será se me antojan como muchos. Otros, se atreven a decir que estamos inmersos en plena dictadura.
A estos últimos especímenes es a quienes quiero referirme.
Nada menos heroico que llorar o hacer berrinches, poco varoniles o femeniles, según sea el caso, cuando el mundo se te pone chiquitico con la dictadura de marras que estás “combatiendo”. Y es que justo en ese momento, cuando los esbirros entran a tu casa a pleno día y con una orden de un juez, o te agarran en la calle también en pleno día y con un montón de curiosos viendo la vaina, o cuando te citan por ladrón (que dictadura tan loca esta), es cuando debemos enverracarnos hermano e ir a las mismísimas mazmorras del régimen pletóricos de orgullo, no joda!
Visto el berrinche, me entra como una angustia cuando veo esas cosas del acontecer político nacional. Y es que a mí me jodieron todo; a mí me dijeron que la vaina de ir encanado era parte de la jugada por la libertad y que debíamos estar ganados para asumir semejante circunstancia con toda la dignidad posible. Asumir con coraje y valentía semejante vaina, coñaza incluida.
Conclusión: alguien miente.
Y es que no puede ser que ninguno de los carajos que lucha en contra de la dictadura de Chávez, pero ninguno, tenga las bolas suficientes como para aguantar una simple cana con alguito de dignidad. O no están ganados para luchar o aquí no hay dictadura un coño.
Y es que hay algunas coincidencias que obviamente se prestan para nuestras sospechas. Todos los involucrados en problemas con la justicia tienen un elemento común (aparte de gritar que luchan en contra de la dictadura de Chávez) sin importar si son periodistas, militares, juezas, políticos, comerciantes, industriales, estudiantes: son ladrones, es decir, el dinero mal habido es la causa fundamental de sus devaneos legales. Un pequeño porcentaje, no por ello menos peligrosos, son asesinos, violadores, terroristas y algunos pederastas que no han logrado ser pillados (diría un buen cristiano, Dios tarda pero no olvida). Todas estas causas nada vinculadas ni de lejos con luchas anti dictatoriales, para nada.
Ahora bien, como hemos visto las causas se diferencian poco, se unifican en que todas son absolutamente despreciables. Otro punto de coincidencia es que todo aquel que se dice luchar, es un redomado cobarde. Hombre, mujer, joven, mayorcito todos tienen los mismos ataques de pánico, se desmayan, la tensión, el corazón, los nervios, la cagueta, la taquicardia, la cadena y el candado pero en el balcón de la casa, etcétera. No hay uno, ni uno solo que demuestre cojones y diga yo sí y punto. Todos corren al refugio de la política, de la mala política. Qué mala leche.