En 1814 ocurrió un hecho único en nuestra historia: el Pueblo tuvo todo el poder aunque no ejerció funciones de Gobierno.
Si nos atenemos al fetichismo territorial vigente en los esquemas románticos de siglos anteriores, según el cual el poder “se tomaba” cuando alguien lograba, con un ejército, dominar una ciudad o palacio de gobierno, el hecho que marca la conquista del poder por parte del pueblo es la entrada de José Tomás Boves y sus hordas a Caracas (16 de julio de 1814). Unos pocos días atrás, el Libertador Simón Bolívar había liberado a los caraqueños. Los había liberado de su presencia y de su mando militar, al ejecutar una acción que se conoce como “Éxodo a oriente”: el gobierno de lo que quedaba de la Segunda República evaluó lo que iba a pasarles si el pueblo alzado bajo la dirección del asturiano los encontraba en la capital, y decidió marcharse a Barcelona, donde tenían mejores auspicios (allá mismo los fueron después a capturar y a destrozar). La mitad de la población de Caracas se fue tras sus libertadores, y del horror de aquella huida se ha hablado bastante. De lo que no se ha hablado mucho es del corto gobierno de Boves (si es que puede llamarse Gobierno eso de estar 15 días en un sitio preparándose para continuar la guerra), de su breve permanencia en Caracas.
Hay autores que, para ganar indulgencia con un bolivarianismo exaltador de próceres y negador del pueblo, ha propagado la “noticia” de que Boves y los suyos (es decir, los nuestros) no sólo eran criminales sino malos gobernantes. Uy, qué asco de gestión aquella, imagínense que ni siquiera hubo preocupación por el ornato público, la reparación de aceras, el cobro de impuestos y la elección de la reina de carnaval. No es gratuito el sarcasmo: es una respuesta güevona al güevón análisis según el cual Boves defraudó a sus seguidores (los esclavos negros y pardos, la servidumbre) porque en lugar de formar un equipo de Gobierno con ellos les dio altos cargos a dos alfeñiques de la “alta sociedad”: Juan Nepomuceno Quero y el Marqués de Casa León. Uno de los autores más implacables en ese sentido es un Augusto Mijares que quiso ignorar el hecho de que 1814 no era un momento muy propicio que se diga para andar formando Gobierno, y sí para hacer una revolución social, para liberar un odio de 300 años. Cierto que Boves nombró a dos monigotes como jefes (militar y político), porque su objetivo y el de miles de seres reducidos a esclavitud no era el gobierno sino el poder, y éste sí que lo tenía. Aquella horda rabiosa no era apta para construir sociedad e instituciones sino para destruir las que había.
El Regente Heredia, testigo cercano de aquellos días caraqueños, escribió: "…podía verse a niñas delicadas, mujeres hermosísimas y matronas respetables solicitando protección hasta del zambo Palomo, un valentón de Valencia, despreciable por sus costumbres, a quien Monteverde había escogido para que siempre le acompañase". Y un siglo y medio más tarde Juan Bosch dialoga con esa visión, de esta forma: “Allí está expresado el verdadero fondo de la lucha, que era social, no política. El zambo Palomo representaba a la gran masa del pueblo, con sus costumbres ‘despreciables’ porque no había razones para que las tuviera mejores, y con el poder de las armas acampando en la altiva ciudad de los mantuanos; y las niñas delicadas y las mujeres hermosísimas encarnaban al mantuanismo vencido por la revolución social, que ya había empezado”.
Otro acontecimiento, brutal y despiadado como todo lo que ocurría en el marco de aquella rebelión popular, es también revelador de los matices de la lucha del pueblo en esos días, y destructor del mito según el cual las hordas de Boves eran “realistas” nomás porque no seguían a Bolívar. Unos días antes de aquel 16 de julio, apenas Bolívar huyó de Caracas ante la cercanía de Boves, los realistas comenzaron a preparar una fiesta de bienvenida, con misa en la catedral, fuegos artificiales y toda aquella jaladera de bolas en el mejor estilacho europeo. De pronto se supo que una avanzada de hombres de Boves llegaba por los lados de El Valle, y los blancos realistas mandaron allá a dos patiquines, disfrazados con todas las regorgallas y adornos de la realeza y el clero, para que fueran a recibirlos como autoridades del Rey en Caracas. Los soldados que venían eran negros, así que la misión del conde de La Granja y Don Manuel Marcano era darles las gracias por sus servicios PERO que no se les olvidara que los que mandan son los blancos, ¿okey? Nadie transcribió las palabras exactas que cruzaron aquellos representantes del Rey con los compinches de Boves, pero yo sí me imagino al zambo Machado pronunciando unas en perfecto malandro decimonónico: “Métete a tu rey por el hueco del culo, aquí mandamos nosotros”, y despachando de par de lanzazos a ambos patiquines.
Era un ejercicio brutal de la democracia, pero era democracia en acción: era el pueblo ejerciendo el poder. Un pueblo que no estaba preparado para ejercer el Gobierno tuvo para sí todo el poder, y el experimento fue doloroso y sangriento.
***
Doscientos años después hay gente nuestra ejerciendo funciones de Gobierno, pero eso no significa que tengamos el poder. Eso de “El Gobierno es el Pueblo” funciona bien como eslogan, pero no soporta una simple comprobación en la realidad. Aquello otro de “Todo el Poder para el Pueblo” tiene aires de aspiración, reclamo y posibilidad, y además sintetiza lo que es el destino político de la humanidad: si la destrucción total no nos alcanza, los seres humanos del futuro se gobernarán a sí mismos, sin jefes ni jerarquías. Será el triunfo de la anarquía sobre las violentas y sutiles formas de dominación. Las sociedades sin Dios, propiedad ni amo: los Estados y corporaciones perderán viabilidad y serán barridos para dar paso a las formas más avanzadas de organización colectiva. La democracia directa.
En Venezuela estamos todavía en una etapa primitiva, germinal, de ese proceso de desarrollo humano. Como pueblo, hemos avanzado en organización desde 1814 pero todavía no estamos preparados para formar Gobierno. La invitación a inventarnos formas de organización comunal es un paso adelante gigantesco, que quizá sea fallido, pero trae aires contraculturales y revolucionarios: Chávez nos invitó a gobernarnos en pequeñas comunas. Esto será un experimento provechoso. Tenemops y tendremos fallas y tropiezos, pero hay que experimentarlo y lo estamos haciendo.
El Regente Heredia, testigo cercano de aquellos días caraqueños, escribió: "…podía verse a niñas delicadas, mujeres hermosísimas y matronas respetables solicitando protección hasta del zambo Palomo, un valentón de Valencia, despreciable por sus costumbres, a quien Monteverde había escogido para que siempre le acompañase". Y un siglo y medio más tarde Juan Bosch dialoga con esa visión, de esta forma: “Allí está expresado el verdadero fondo de la lucha, que era social, no política. El zambo Palomo representaba a la gran masa del pueblo, con sus costumbres ‘despreciables’ porque no había razones para que las tuviera mejores, y con el poder de las armas acampando en la altiva ciudad de los mantuanos; y las niñas delicadas y las mujeres hermosísimas encarnaban al mantuanismo vencido por la revolución social, que ya había empezado”.
Otro acontecimiento, brutal y despiadado como todo lo que ocurría en el marco de aquella rebelión popular, es también revelador de los matices de la lucha del pueblo en esos días, y destructor del mito según el cual las hordas de Boves eran “realistas” nomás porque no seguían a Bolívar. Unos días antes de aquel 16 de julio, apenas Bolívar huyó de Caracas ante la cercanía de Boves, los realistas comenzaron a preparar una fiesta de bienvenida, con misa en la catedral, fuegos artificiales y toda aquella jaladera de bolas en el mejor estilacho europeo. De pronto se supo que una avanzada de hombres de Boves llegaba por los lados de El Valle, y los blancos realistas mandaron allá a dos patiquines, disfrazados con todas las regorgallas y adornos de la realeza y el clero, para que fueran a recibirlos como autoridades del Rey en Caracas. Los soldados que venían eran negros, así que la misión del conde de La Granja y Don Manuel Marcano era darles las gracias por sus servicios PERO que no se les olvidara que los que mandan son los blancos, ¿okey? Nadie transcribió las palabras exactas que cruzaron aquellos representantes del Rey con los compinches de Boves, pero yo sí me imagino al zambo Machado pronunciando unas en perfecto malandro decimonónico: “Métete a tu rey por el hueco del culo, aquí mandamos nosotros”, y despachando de par de lanzazos a ambos patiquines.
Era un ejercicio brutal de la democracia, pero era democracia en acción: era el pueblo ejerciendo el poder. Un pueblo que no estaba preparado para ejercer el Gobierno tuvo para sí todo el poder, y el experimento fue doloroso y sangriento.
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Doscientos años después hay gente nuestra ejerciendo funciones de Gobierno, pero eso no significa que tengamos el poder. Eso de “El Gobierno es el Pueblo” funciona bien como eslogan, pero no soporta una simple comprobación en la realidad. Aquello otro de “Todo el Poder para el Pueblo” tiene aires de aspiración, reclamo y posibilidad, y además sintetiza lo que es el destino político de la humanidad: si la destrucción total no nos alcanza, los seres humanos del futuro se gobernarán a sí mismos, sin jefes ni jerarquías. Será el triunfo de la anarquía sobre las violentas y sutiles formas de dominación. Las sociedades sin Dios, propiedad ni amo: los Estados y corporaciones perderán viabilidad y serán barridos para dar paso a las formas más avanzadas de organización colectiva. La democracia directa.
En Venezuela estamos todavía en una etapa primitiva, germinal, de ese proceso de desarrollo humano. Como pueblo, hemos avanzado en organización desde 1814 pero todavía no estamos preparados para formar Gobierno. La invitación a inventarnos formas de organización comunal es un paso adelante gigantesco, que quizá sea fallido, pero trae aires contraculturales y revolucionarios: Chávez nos invitó a gobernarnos en pequeñas comunas. Esto será un experimento provechoso. Tenemops y tendremos fallas y tropiezos, pero hay que experimentarlo y lo estamos haciendo.