sábado, 17 de enero de 2009

¿Odio, resentimiento o paz?



La rabia emancipa. Sincerar el odio (de clases), dejar de solaparlo, es un paso importante rumbo a la construcción de una sociedad justa y libre.

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Sólo los pueblos rabiosos y en ejercicio de su derecho a la furia liberadora son capaces de transformar al mundo. La crueldad ha sido el crisol en el cual se han triturado los ingredientes de la sociedad del futuro, esa que ha de conocer la paz verdadera.

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La paz no es el estado de cosas en el cual los esclavos decidimos no sublevarnos contra la esclavitud. Lo que la burguesía, las clases medias y las aristocracias llaman "paz" es una situación en la cual sus sirvientes y esclavos realizan el trabajo sucio, reciben una paga miserable y al cobrarla bajan la frente, satisfechos de verdad o aparentemente satisfechos. Humillarse a cambio de una sociedad "tranquila": permito que me expolies y me ahorro el trámite de hacerte la guerra. "Prefiero la esclavitud a la muerte", es un lema que haría felices a los ricos.

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Lo de "sincerar el odio" tal vez sería mejor verlo como sinceración del discurso. "Eso" a lo que Chávez le abrió las compuertas de la sinceridad es un odio de siglos. Contrariamente a lo que la clase media venezolana teme, drenar la rabia, echar para afuera esa cosa molesta que nos ahoga, nos ayuda a apaciguar la violencia física. Tragarse las rabias, no expresarlas sino reprimirlas, sólo consigue que éstas aniden y estallen un día con enorme brutalidad. Mejor entonces dejarles vías de escape, canales de desahogo, mientras liquidamos las diferencias que nos han convertido en una sociedad enferma. La enfermedad no es la rabia sino la cochina situación, el "orden" que hace que millones se sacrifiquen para que unos poquitos vivan cómodamente.

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Dice el antichavismo que antes de 1998 teníamos un país en paz. De bolas: ellos estaban en el poder y nosotros estábamos amordazados. Los amos contentos y la servidumbre conforme con su esclavitud. Qué país más de pinga, ¿ah?, ese en el cual las clases medias y pudientes se sienten tranquilas porque los negros están callados y en su sitio: lavándoles los carros a los profesionales y aristócratas, cuidándoles los muchachos, limpiándoles la casa, cocinándoles, haciéndoles de payasos. ¡Qué paz tan de pinga, carajo, cuando los esclavos no se sublevan contra los amos!

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Desde 1998 para acá la cosa no ha cambiado esencialmente: sigue habiendo esclavos y sigue habiendo amos. Ah, pero hay un detallito que perturba la "paz": es que ahora a los pobres nos dio por hacer política, discutir sobre el país con los amos y con los hijos de los amos, organizarnos en grupos y comunidades, reclamar derechos como nunca antes y elegir consecutivamente a un mono igualito a nosotros para que mande en Miraflores. Y eso es el inicio de un período histórico que ya no tiene vuelta atrás (así Chávez sea desalojado de Miraflores): el período de nuestra historia en que nos enteramos de que la existencia de clases sociales significa, automáticamente, una guerra entre las clases.

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Dos países posibles:
País de pobres adormecidos y humillados = paz.
País de pobres dispuestos a liberarse de de su esclavitud = guerra.

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Empezó el juego y estas son las reglas: cada uno tiene que decidir cuál es el país que quiere, y actuar en consecuencia.

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