La parte decente de la sociedad, es decir esa donde no estamos nosotros, entiende por malandreo el acto de comportarse, hablar y actuar como delincuente. Malandro es un delincuente, y delincuente es alguien que busca robar o perjudicar a la gente decente de la sociedad.
El habla popular le tiene otro significado a eso de malandro, y es un adjetivo que refiere exactamente lo contrario: “Te quedan malandros esos pantalones” le dice uno a la chica para informarle que le queda bien. Y hay música malandra, miradas malandras, carros malandros: de buena calidad. Pero lo que el común entiende desde siempre como malandreo es eso de someter a alguien decente, incomodarlo con palabras y actitud, reducirlo sicológicamente y después robarlo o estafarlo, ¿les suena? Bueno, eso es malandreo.
Es decir, malandreo es lo que hacen los banqueros, abogados, policías, jueces, médicos, docentes, sacerdotes, dueños de fábricas y empresas, militares, altos funcionarios públicos, políticos.
Claro que los funcionarios públicos medios y bajos también lo hacen. Igual que los obreros, campesinos, desempleados, amas de casa, estudiantes, reclusos, putas, autobuseros y locos de bola: todos somos malandros.
En esta sociedad, cuyas reglas de juego consisten en que hay una competencia con ganadores y perdedores, exitosos y fracasados, por supuesto que nadie quiere perder. A todo el mundo le gusta ganar, y para poder ganar es preciso que haya quien pierda, y a veces ese perdedor es nuestr@ herman@, nuestra gente querida. Unos suben y otros bajan. Parece una ley natural, pero deja de ser natural cuando para yo poder subir me le afinco al que está al lado y lo derroto: o me hundo yo o lo hundo a él.
Eso es lo que llaman libre competencia. Es la ley del más fuerte (por ahí lo cambiaron a Ley del más Apto, porque hay gente que si n tener mucha fuerza logra imponerse. Y este es el secreto del genuino malandro: el individuo que se impone y humilla a otros sin tener mucha fuerza pero sí mucha astucia. Hay quienes roban un camión blindado y se llevan millones en una acción de fuerza de pocos minutos; hay quienes se llevan cien veces esos millones fundando una empresa y destruyéndole la vida a docenas de esclavos perdedores durante meses, años o décadas. Un explotador que nunca irá preso como el que roba un camión blindado, porque en esta sociedad capitalista exprimir y triturar esclavos y robar con maña no es un delito.
Hay variantes del malandreo, el malandreo puesto al servicio de los altos intereses del pueblo, el que pone la violencia de las armas en la función de enfrentar el sistema capitalista. Los movimientos de liberación nacional que por su astucia califican como malandros, pero como no es hampa común ya que hay motivaciones políticas en su accionar la sociedad les reserva otra denominación: terroristas. Terroristas que hacen lo mismo que los banqueros o presidentes (amenazar a un enemigo histórico) pero del lado de allá. Los mercenarios enrolados en el ejército no son asesinos sino soldados. Los guerrilleros son terroristas. Pero todos son malandros a fin de cuentas, porque todos utilizan recursos de este sistema en descomposición para fortalecerlo o debilitarlo.
El ejercicio práctico es: ubíquese en la categoría de malandreo que más le cuadre, pero asúmalo de una buena vez. Usted es malandro y eso es lo que ha impedido su colapso total en esta sociedad.
El habla popular le tiene otro significado a eso de malandro, y es un adjetivo que refiere exactamente lo contrario: “Te quedan malandros esos pantalones” le dice uno a la chica para informarle que le queda bien. Y hay música malandra, miradas malandras, carros malandros: de buena calidad. Pero lo que el común entiende desde siempre como malandreo es eso de someter a alguien decente, incomodarlo con palabras y actitud, reducirlo sicológicamente y después robarlo o estafarlo, ¿les suena? Bueno, eso es malandreo.
Es decir, malandreo es lo que hacen los banqueros, abogados, policías, jueces, médicos, docentes, sacerdotes, dueños de fábricas y empresas, militares, altos funcionarios públicos, políticos.
Claro que los funcionarios públicos medios y bajos también lo hacen. Igual que los obreros, campesinos, desempleados, amas de casa, estudiantes, reclusos, putas, autobuseros y locos de bola: todos somos malandros.
En esta sociedad, cuyas reglas de juego consisten en que hay una competencia con ganadores y perdedores, exitosos y fracasados, por supuesto que nadie quiere perder. A todo el mundo le gusta ganar, y para poder ganar es preciso que haya quien pierda, y a veces ese perdedor es nuestr@ herman@, nuestra gente querida. Unos suben y otros bajan. Parece una ley natural, pero deja de ser natural cuando para yo poder subir me le afinco al que está al lado y lo derroto: o me hundo yo o lo hundo a él.
Eso es lo que llaman libre competencia. Es la ley del más fuerte (por ahí lo cambiaron a Ley del más Apto, porque hay gente que si n tener mucha fuerza logra imponerse. Y este es el secreto del genuino malandro: el individuo que se impone y humilla a otros sin tener mucha fuerza pero sí mucha astucia. Hay quienes roban un camión blindado y se llevan millones en una acción de fuerza de pocos minutos; hay quienes se llevan cien veces esos millones fundando una empresa y destruyéndole la vida a docenas de esclavos perdedores durante meses, años o décadas. Un explotador que nunca irá preso como el que roba un camión blindado, porque en esta sociedad capitalista exprimir y triturar esclavos y robar con maña no es un delito.
Hay variantes del malandreo, el malandreo puesto al servicio de los altos intereses del pueblo, el que pone la violencia de las armas en la función de enfrentar el sistema capitalista. Los movimientos de liberación nacional que por su astucia califican como malandros, pero como no es hampa común ya que hay motivaciones políticas en su accionar la sociedad les reserva otra denominación: terroristas. Terroristas que hacen lo mismo que los banqueros o presidentes (amenazar a un enemigo histórico) pero del lado de allá. Los mercenarios enrolados en el ejército no son asesinos sino soldados. Los guerrilleros son terroristas. Pero todos son malandros a fin de cuentas, porque todos utilizan recursos de este sistema en descomposición para fortalecerlo o debilitarlo.
El ejercicio práctico es: ubíquese en la categoría de malandreo que más le cuadre, pero asúmalo de una buena vez. Usted es malandro y eso es lo que ha impedido su colapso total en esta sociedad.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo con el articulo aqui te dejo otros dos escritos por otro humilde malandro...
http://semaforoenrojodigital.blogspot.com/2010/10/la-calle-llama-semillero-socialista.html
http://semaforoenrojodigital.blogspot.com/2010/10/seguridad-de-los-ricos-y-la-clase-media.html
Salud¡¡¡
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