martes, 15 de junio de 2010

Misión Sucre o Universidades (I)

Carlos J. Acosta

Este es un dilema que nos viene llamando a la reflexión desde el momento cuando el compañero Chávez habló de construir 80 universidades a lo largo y ancho del país. Evidentemente, nos encontramos ante 2 propuestas, por un lado la propuesta liberal reforzada por toda la tradición de la Revolución Francesa, de crear instituciones de educación superior, como le gusta decir a la otra derecha (la endógena dice educación universitaria); y por la otra la propuesta robinsoniana de educación continua y permanente que no le rinde pleitesía a calificaciones ni títulos.
La derecha, la endógena, habla de nuevos paradigmas y como muestra de ello cambia el birrete por una boina en los actos de graduación, aunque mantiene intacto todo el protocolo de este tipo de actos; la derecha, la otra, sonríe.
Nos señala un amigo que debemos entender la parte de ternura involucrada en estos actos. Sí, tal vez tenga razón y sea bien importante para una mujer o un hombre de nuestro pueblo que sus hij@s o su anciana madre l@s vean con un título, pero pensamos que el problema se presenta cuando se deja que el título tenga más importancia de la que realmente merece.
Cuando por casualidad nos encontramos con todo el entramado que nuestras autoridades universitarias montan con motivo de las graduaciones, vemos reproducida toda la parafernalia de los actos reproductores de la sociedad alienante que nos ha tocado vivir a lo largo de la historia de la humanidad.
Tal vez estemos equivocados en nuestra apreciación, pero cada vez que asistimos a estos actos dentro de nuestras universidades “alternativas”, vemos reflejada la sociedad adeca que se niega a morir.
Y aquí creemos pertinente, si hablamos de revolución, de transformar la sociedad, preguntarnos si debemos mejorar nuestras universidades o simplemente eliminar el concepto de universidad.
¡BLASFEMO!, ¡ANARQUISTA!, grita la derecha, la endógena y la otra, y es que en este punto se presenta una comunión de intereses entre todos los “profesionales”, con el manido argumento que ellos se quemaron las pestañas estudiando, como si hubiesen estudiado con velas.
Y es que aquí la derecha revolucionaria, la endógena por supuesto, entra en contradicción con su discurso de una sociedad sin clases, sin privilegios; como puede lograrse eso, si dividimos la sociedad en profesionales y no profesionales. Nosotros creemos que están en todo su derecho de pensar un país repleto de universidades, pero no lo hagan en nombre de Marx, no le echen esa vaina.
Ustedes pueden agarrarse de las manitos y gritar U U UCV o U U UBV, pero eso no tiene nada que ver con rebeldía, con insumisión, con transformaciones profundas de la sociedad, sino con reproducir en nuestros espacios a la universidad como institución castrante de lo mejor del pensamiento de nuestro pueblo.
Basta sentarse un rato a escuchar las conversaciones de muchos de nuestros estudiantes de derecha, de la otra y de la endógena, para notar que en su forma de expresarse se identifica a seres que ya se consideran superiores al resto del pueblo.
Claro, si no formamos los facilitadores que incentiven el pensamiento crítico, como podemos esperar que estas instituciones no se conviertan en fábricas de mediocres sin sensibilidad social, futuros defensores de las bondades de la academia, quienes no bien obtienen un título se hacen imprimir su tarjeta de doctor fulano o doctora fulana.
Si nos conformamos con ver a los estudiantes como un apoyo para el logro de conquistas electorales, exigiéndoles movilización cada vez que se presenta un evento partidista; y por otro lado, presionamos y desconvocamos sus actividades dirigidas a la organización estudiantil, no podemos esperar una generación revolucionaria e impulsora de la transformación necesaria.

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