Al trabajador del campo y líder de su gente Nelson López Torrealba (yaracuyano, 39 años, 4 hijas y uno más en camino) lo mandó a matar el terrateniente Luis Gallo. Nelson estaba al frente de una de las muchas cooperativas de productores campesinos que decidieron recuperar tierras ociosas en el estado Yaracuy, en cumplimiento de la Ley de Tierras vigente en Venezuela. La cooperativa a la cual pertenecía Nelson (Santa Inés del Monte 2021) había rescatado en el año 2005 el fundo Santa Rosa, propiedad de Luis Avendaño, en el municipio Bruzual. Poco después el mismo grupo tomó el fundo Tibana, registrado a nombre de Luis Gallo. Ambas propiedades estaban ociosas, por lo cual calificaban como aptas para su toma o recuperación por parte de los trabajadores según la Ley.
Gallo y varios hombres a su servicio intentaron forzar a los campesinos a desalojar esas tierras. Intentó realizar trabajos en el fundo para crear la impresión de que los campesinos estaban invadiendo terrenos en proceso de producción, luego probó con el amedrentamiento verbal y a punta de disparos. José Gregorio Peralta, compañero de faenas agrícolas y organizativas de Nelson López, recuerda palabra por palabra las amenazas de Luis Gallo contra el dirigente: “No pierdo las esperanzas de matarte”, le repetía una y otra vez delante de testigos. Una de esas veces se lo dijo delante de varios dirigentes y funcionarios en la sede del Ministerio de Agricultura y Tierras. Pocos días antes del asesinato de Nelson hubo un foro en San Felipe, con la participación del presidente de Fedenaga, Genaro Méndez, y el mandamás de Fedecámaras en Yaracuy, Fandor Quiroga. La tónica del encuentro era de un predecible atroz: “la amenaza que para la propiedad privada representan los invasores auspiciados por el Gobierno, y el flagelo de los secuestros”. Detrás de semejantes próceres, en la fotografía que del evento publicó la prensa local, aparece Luis Gallo.
Puede decirse cualquier cosa de Gallo, menos que es un hombre cauto o subrepticio.
La hora final
Vilma Ávila, compañera sentimental y madre de dos hijas de Nelson, recuerda que los días anteriores al 12 de febrero de 2009 lo notaba intranquilo. “Pero él nunca dejó que me metiera en sus asuntos. Yo le respetaba esa decisión, y mucho más después que lo mataron, porque eso de mantenerme alejada y no darme información sobre lo que hacía y los riesgos que corría fue por seguridad para mí y las niñas”. Nelson almorzó en su casa de San Pablo y salió de allí a las 4 de la tarde, se quedó en casa de su madre hasta las 7 y a esa hora se dirigió al caserío La Bartola, donde tenía compromisos de trabajo y otra casa donde ocasionalmente dormía.
El 12 de mayo los movimientos sociales realizaron este mural en el caserío La Bartola. Dos días después, un grupo de hombres armados les ordenó a los vecinos del caserío, bajo amenaza, borar el mural
Guido Galeano, vecino de La Bartola, fue la última persona que habló con Nelson López. Así reconstruye el momento del crimen: “Lo llamé para hablarle de unos animales que él me cuidaba. Estuvimos conversando como 20 minutos frente a mi casa; eran más de las 7 y media de la noche. De repente un hombre se acercó caminando desde el fondo de la calle y cuando estaba como a 5 metros comenzó a dispararle a Nelson. Nunca se paró, le disparaba mientras caminaba. Yo me pegué de la pared y el hombre seguía disparando; nunca pude verle la cara porque los postes de la luz alumbran muy poco y frente a la casa se forma una oscuridad. El asesino siguió caminando hacia fuera del caserío y dicen que ahí lo recogió una camioneta, pero yo no la vi”.
Fueron 14 disparos en total.
Por encargo
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