domingo, 17 de enero de 2010

Haití: ¿Qué le damos a la que tanto nos dio?

Lil Rodríguez

Miramos atónitos, adoloridos, asombrados, el inmenso desastre que acaba de sacudir a Haití y evocamos sus tragedias anteriores. Miramos, y tal vez hacemos la mirada a un lado para no darnos cuenta de que todos tenemos una cuota de responsabilidad, mínimo por ingratitud y olvido, con la suma de dolores de la nación colocada por derecho propio como la primera revolución triunfante en el ciclo de los movimientos independentistas latinoamericanos que tanto nombramos por estos días. Es como si la naturaleza, golpeándola, nos golpeara a todos para que recordemos la historia y no demos mas largas al reconocimiento.

¿Qué le damos a la que tanto nos dio? Porque puede ser que ahora entreguemos ropa, insumos, voluntarios solícitos y abnegados, todo en el marco de un desastre telúrico. Pero seguimos sin entregarle el puesto histórico que tiene en la formación y destino de la conciencia nuestroamericana.

¿Qué no era hispanoamericana? Y ¿de dónde entonces eran sus aborígenes y su recuperado nombre arawak? ¿Acaso la diferencia de lengua podía excluirla del tronco común ancestral?

Duele Haití y mucho, y mientras miramos espantosas imágenes evocamos…

Pasar de años

En 1795 José Leonardo Chirino estuvo en Haití (Saint Domingue entonces) y fue allí donde su alma vio con claridad la necesidad de la rebelión armada para lograr la emancipación. Posteriormente desde Curimagua José Leonardo al mando de sus 300 héroes demandó la proclamación de una Republica, la libertad general para lo esclavos, la igualdad racial y la supresión de los tributos. No triunfó. Pagó con su vida, pero dejó las semillas libertarias recogidas en Haití regadas por la Sierra de Coro y más allá. Su gesta había sido casi al unísono con la de la de Toussaint de Louverture.

En 1797, cuando ya en Jamaica, Granada, Guadalupe y otras islas del Caribe estaban en rebelión, fue develada la conspiración libertaria de Gual, España y de Picornell, influenciada determinantemente por las luchas haitianas y por la de José Leonardo Chirino.

En 1806 no por casualidad llegó Francisco de Miranda a Haití, cuando ya esa nación era independiente, había recuperado su nombre (claro reconocimiento a sus ancestros indígenas), y tenía constitución y bandera. Ya los ejércitos de Bonaparte habían sido derrotados por quienes escribieron en su bandera azul y roja “Libertad ó Muerte”. Ya Dessalines había dicho en la proclamación de la República negra el 1ero de enero de 1804 “He vengado a América” (clara evidencia de una amplia visión integradora). Lo que otros le negaron a Miranda, Haití se lo dio en la hoy devastada población de Jacmel comenzando a figurar Alexandre Petión en la historia venezolana. Miranda volvería a solicitar, y a obtener, ayuda haitiana en 1812.

En 1816 estuvo en Haití Antonio José de Sucre, y en Haití se integró Manuel Piar a los hombres de Bolívar quien no por casualidad llegó a la primera republica latinoamericana libre recibiendo la generosa cooperación de ese pueblo por mano de Petión en 1815 y 1816. Y para ese entonces, en 1816, unos 2.000 revolucionarios hispanoamericanos se encontraban en Puerto Príncipe, Los Cayos y Jacmel. Petión pediría a Bolívar que no olvidara la liberación de los esclavos en la causa venezolana. Y Bolívar nunca lo olvidó.

Haití entregó a Bolívar en 1815 unos 2.000 fusiles y en 1816 unos 4.000 fusiles mas, 15.000 libras de pólvora, 15.000 de plomo, una imprenta (ojo), 30 oficiales haitianos, 600 voluntarios, embarcaciones, y dinero. No tuvo Haití reparos en su solidaridad y cooperación con la libertad latinoamericana haciendo del internacionalismo social una bandera. Con el tiempo Bolívar diría “Petión es el autor de nuestra independencia” y calificaría a Haití como la república más democrática del mundo.

Vendrían luego una serie de desencuentros históricos y la mano santandereana se encargaría de excluir a Haití hasta del Congreso de Panamá. Comenzamos a dejar sola a la ya sola república caribeña y a hacernos cómplices por omisión del olvido interesado al que la sometió la historia escrita por los eurocentristas a los que nunca interesó divulgar nada acerca de una revolución auténticamente social llevada adelante por negros esclavos y no por mantuanos. Es que tampoco les interesó nunca dar su puesto a reales primeros precursores como Hatuey, Enriquillo, Louverture y Dessalines. Ello ha sido una desgracia para la conciencia colectiva de América, llamada a deslastrarse de tanto ocultamiento acomodaticio.

Con pasión nos permitimos recomendar la “Historia social comparada de los pueblos de América Latina” del extraordinario investigador argentino Luís Vitale, quien estuvo en un tiempo en Venezuela y de cuya obra en general nos nutrimos y seguimos nutriendo buscando la cabeza de la madeja de nuestra historia. Mucho de su aporte está volcado acá.

En 1816 dijo nuestro Libertador: “Haití ya no permanecerá aislado entre sus hermanos” ¿Hemos honrado esa sentencia bolivariana?

Hoy, cuando se dice que desde hacía 200 años no había un desastre natural como el actual en Haití, la frase nos obliga a desear que en medio de tanto dolor sea éste de una vez y para siempre un bicentenario de restitución histórica para dejar de mirar de lado a la que todo nos lo dio. No olvidemos, por Dios, que la espada de luchas de Bolívar fue la que le entregó Petión, y que con esa espada de Haití libertó 5 naciones.

Un periodista escribe: “Sufrir no es novedad en Haití” y es verdad. Hay sufrimientos del cuerpo y sufrimientos de la historia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Algo que cae al pelo:

“Todos los ciudadanos, de aquí en adelante, serán conocidos por la denominación genérica de negros”

Artículo 14, Constitución Haitiana de 1805.

En medio de los festejos previstos en torno al Bicentenario de las revoluciones independistas americanas de 1810, es llamativa la omisión de la revolución haitiana de 1804, la primera, la más radical y la más inesperada de todas ellas. Allí fueron los ex esclavos de origen africano –es decir la clase dominada por excelencia, y no las nuevas elites “burguesas” de composición europea blanca- los que tomaron el poder para fundar una república llamada, justamente, negra. Negra y a la vez con nombre indígena, ya que Hayti es el viejo nombre taíno de la isla.

Haití, hasta entonces llamada Saint Domingue, era por lejos la más rica colonia francesa en el Caribe. Una sociedad plantadora y esclavista productora de azúcar y café, con medio millón de esclavos, que proporcionaba más de la tercera parte de los ingresos franceses.

La Constitución de Haití fue promulgada sobre los borradores redactados en 1801 por el liberto Toussaint Louverture, muerto en la cárcel napoleónica, quien había encabezado la revuelta antiesclavista desde 1791. A diferencia de lo que sucederá con otras independencias americanas, hay en este silenciado caso, que costó 200.000 vidas, una radical discontinuidad (jurídica, sin duda, pero también y sobre todo, étnico-cultural) respecto de la situación colonial. El ideario de igualdad de la Revolución Francesa es llevado más allá de ella misma, que terminó pretendiendo impedir la abolición de la esclavitud en Haití. Los esclavos haitianos se enteraron muy pronto de que en la noción de “universalidad” proclamada por los Derechos Universales del Hombre y del Ciudadano, no tenía lugar su “particularidad”.

La radicalidad filosófica inédita de la generalización arbitraria “ahora todos somos negros”, incluyendo explícitamente a las mujeres blancas, los polacos y los alemanes (sic), deja claro que para los revolucionarios haitianos negro es una denominación política y no biológica, que des-construye la falacia racista y aspira a un nuevo universal desde la generalización del particular (más) excluido. [1]

Convocamos a retomar la proclama haitiana e instalarla en la calle y en los debates públicos, no sólo para llamar la atención sobre la historia silenciada de esta revolución negra de 1804 ante los homenajes del Bicentenario criollo, sino además por la carga disruptiva que aún porta intacta la idea de que todos y todas podamos definirnos como negros, en medio de la creciente intolerancia en que vivimos. Carteles, afiches, autoadhesivos, volantes, graffiti, avisos en publicaciones y cualquier otro medio puede redundar en extender esta campaña anónima y colectiva por toda América Latina y el resto del mundo.

[1] En base al texto de Eduardo Grüner, “A partir de hoy somos todos negros”, inédito, 2009.

Tomado de: http://revistaplus.blogspot.com/2009/12/convocatoria.html