miércoles, 20 de febrero de 2008

Tic-Tac, Tic-Tac, Tic-Tac

Juan Carlos León

La soberbia es uno de los siete pecados capitales, según el cual se condena a los mortales al fuego de los infiernos, a los dominios de Lucifer, pues.

Para ser serios, a semejante especie no le doy la más mínima credibilidad. Ahora, lo que sí creo, es que en política, el ejercicio desmedido de tal característica de la conducta humana, acarrea inevitablemente sendas metidas de pata que podrían, de un momento a otro, arrastrar toda la esperanza de un confiado pueblo, a las catacumbas de un terrenal infierno político y social.

Enumeraré algunas de las cosas que presagian (y evidencian) tan sombrío panorama, de no haber un brusco y decidido cambio de rumbo: ministros que desaparecen cuanta denuncia en su contra, se asoma por ahí; el hospital militar de Caracas, Carlos Arvelo, transformado en rancho; la clínica popular de La Asunción, estado Nueva Esparta, también; el nonato PSUV ya pinta, en los ecos populares, como una guarida de ratas y similares bichos de igual o peor calaña; quien se atreva a formular denuncias en contra de funcionarios de gobierno, es callado, execrado, botado y tratado de contra revolucionario, hasta por el mismísimo señor Presidente (ver Aló Presidente del día domingo 22 de julio 2007 y antes, declaraciones, del mismo señor Presidente, en contra de la dirigente sindical de UNETE, Marcela Máspero); las cosas que más necesita el pueblo, pareciera que sólo funcionan el día de la inauguración, porque luego todo está dañado, no hay, está cerrado, no hay médicos, no hay nada… o, aparece el dueño y desaloja a los campesinos (en el caso de algunas tierras); etcétera, etcétera.

Bueno, pero esas son cosas pasadas y algunas sólo rumores, especulaciones, dirá más de uno. Sí, es verdad. Pero de esas cosas pasadas, se han escuchado otras tantas en tiempos demasiado recientes y con personajes que no pasarían una prueba de mírame a los ojos, ante el pueblo. Sí, también son rumores, pero no salen de una guerra mediática, ni de un laboratorio de guerra sucia, ni son parte de una campañita malintencionada, son el eco atormentante de las calles, son el ruido de necesidades arrastradas por más de 500 años. Sí, son especulaciones, pero salidas de la mismísima garganta del pueblo, del mismísimo dolor de quienes ven hundirse el barco de su esperanza sin que el capitán tome los correctivos del caso, o lo que es peor aún, no pareciera darse cuenta del peligro y que desatiende, con poco tino además, a quienes tienen la entereza de intentar formularle las denuncias frente a él. Cosa mala muy mala.

“Hemos logrado desactivar una bomba”. Así se expresaba el Presidente con relación a la situación del país, meses luego de su triunfo electoral en diciembre del 98. Y tenía razón. Él llegó en un momento donde la cuerda parecía no aguantar más. Bajó las tensiones sociales que amenazaban con un nuevo y mayor caracazo. De verdad que la vaina pintaba muy fea para aquellos días. Parecía no haber capacidad política para frenar lo que se veía venir. Logramos salir del transe. Se paró el fatídico andar del reloj.

Pocos años luego, un nuevo tic–tac se escucha.

Oigamos: la confianza en el funcionario, por encima del clamor del pueblo (tic–tac). La falta de supervisión, de vigilancia, de controles de la gestión gubernamental, de las misiones, ha degenerado en una desatención, en un abandono del protagonista de este proceso: el pueblo (tic–tac). El silencio impuesto a quienes tienen la necesidad (y la obligación) de denunciar y de ser escuchados en sus justos reclamos (tic–tac). La ausencia de ministros en caseríos, cerros, pueblos y pueblitos, veredas y callejones (tic–tac). La ausencia de cualquier funcionario por esos mismos lugares (tic–tac). El exceso de traje y corbata en el gabinete (tic–tac). La falta de gente de pueblo en el gabinete y sí en algunos cargos menores, en clara, palmaria y olímpica demostración de la poca confianza que se les tiene (tic–tac). La ausencia total de sanciones a la corrupción (tic–tac). La soberbia del poder por todos lados (tic–tac). Las cooperativas que nunca fueron atendidas (tic–tac). Los millardiaros créditos otorgados a grandes empresarios (escuálidos y conspiradores por demás) que usan a ingenuos cooperativistas como mano de obra barata para justificar su condición de “socialistas” (tic–tac). La continua especulación con los precios de la carne sin ninguna sanción seria, a pesar de la amenaza del Presidente (tic-tac). La inhumanidad de las clínicas privadas, igualmente sin castigo también a pesar de lo dicho por el Presidente (tic-tac).

Alguien debe tener los cojones para mostrarle al Presidente el peligro que se cierne sobre el pueblo, y solo sobre el pueblo, pues muchos de esos funcionarios tendrán el escape asegurado por medio del ejercicio inmoral de sus funciones. Que alguien le plante ante la cara, la bomba que está activada por obra y gracia de la corrupción, ineptitud y soberbia gubernamentales, bomba que explotará ante nosotros arrastrándonos con su mortal onda expansiva hasta las catacumbas de las cuales el Presidente juró sacarnos un día de gloria.

II

También recuerdo cuando el Presidente dijo, en más de una oportunidad, que el diablo estaba en los detalles. Inmediatamente me identifiqué con la frase, pues soy de quienes piensan en la importancia de los fulanos detalles. Cosa ésta, que no impide ver lo grande.

Así las cosas, nos encontramos con el rescate de la industria petrolera; de la revolución petroquímica; creación e inauguración de centros de genética para la ganadería; reinauguración del hospital Pérez Carreño, en Caracas, totalmente modernizado con la tecnología más avanzada en la ciencia médica (Barrio Adentro III); grandes represas e hidroeléctricas; majestuosos puentes y enormes viaductos; fábricas de vehículos militares y civiles; satélites (Simón Bolívar); línea aérea (nacional e internacional); etcétera, etcétera. Bien. Muy bien.

Pero entre tanta grandeza, se habrá dado cuenta alguien de cómo funciona Barrio Adentro I y II; los Mercal, las misiones educativas, Vuelvan Caras, las cooperativas; los hospitales, las escuelas, los ambulatorios. Sí, sabe alguien dentro del alto gobierno cómo transcurre la vida cotidiana de la ciudadanía con sus requerimientos, necesidades, penurias, si los entes responsables cumplen con su misión o por el contrario son una cuerda de burócratas y déspotas a quienes el pueblo pareciera darles asco y rabia.

Con el pasar del tiempo este desconocimiento, esta ignorancia, este olvido, ha logrado activar y hacer más sonoro el martillar del reloj que debería tenernos los pelos de punta. Mientras, se siguen los paseos y los trajes se lucen, el tiempo no detiene su paso, continúa con su inexorable andar, presagio de lo por venir. Si alguien no pone la orejota en el suelo para oír el nefasto rumor, habrá explosión: tic-tac, tic-tac, tic-tac…

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