Juan Carlos León
Varias semanas han pasado desde los dos primeros artículos (ver AE I y II) donde toqué mi desafortunada experiencia con el fulano ahorro energético. La razón está en que decidí esperar un tercer recibo con su respectiva nota de aviso de corte, por no cumplir con la responsabilidad de pagar el servicio eléctrico.
Me negué a cumplir durante algunas semanas, al final sabía que tan pronto me llegará el tercer recibo con el aviso de corte, saldría raudo a cancelar. Pero no llegó. Los dos recibos de mi infortunio llegaron raudos, rápidos, casi uno detrás del otro, pero el tercero no. Quizás fue mi desesperación por ver los resultados de mis desvelos, intransigencias, impertinencias, fastidios, manías, mi mano férrea y consabida pichirres con lo del ahorro energético. Aunque en estos casos suele pasar lo contrario, todo se hace más lento, más lento. Me pasó casi como cuando esperamos afanosamente la nota de algún examen; cuando llega, deseamos que nunca hubiese llegado.
El caso es que desde ese aciago momento, aflojé. Ya no estaba detrás de cada cosa encendida para apagarla. Ni se me oían en ninguna parte de la casa las peroratas a favor del ahorro y el planeta y la energía y la ecología y el fin del mundo, etcétera.
Esta misma semana que concluye, exactamente el jueves 20 de mayo, llegó un joven a cortar la luz, como suele decirse. No hubo un aviso, una amenaza, una increpación al pertinaz moroso, no hubo papelito previo, recibo final. Ahora díganme ustedes, si no es como para agarrar la madre de todas las arrecheras. Nada, solo el corte ineludible y cruel. “Venimos a cortar la luz”.
Seneca, y es que tiene que ser Seneca, pues ninguna empresa que se diga socialista y que sea manejada por socialistas revolucionarios de afiches del Che en sus flamantes oficinas, funcionarios de operativos con gorra, chaleco y franela roja, podrían, primero: permitir que a un ahorrador fanático, a quien deberían tomar como ejemplo universal del cómo se debe comportar una persona con sentido del ahorro, una persona que no ha necesitado un operativo y una cámara para cuidar y ahorrar, le echen este soco de vaina. Tiene que ser seneca, empresa adeca, privada, escuálida. Ahí deben estar los mismos tipos y tipas de antes, pero ahora vestidos de rojo, no puede existir otra razón para justificar tanto desatino y encono en contra de un ser humano.
Varias desesperadas llamadas finalmente encontraron oídos manos y todo de un solidario hermano quien veloz, acudió a realizar el pago de la deuda, poniendo fin a la pifia que pudo ser mi salto definitivo hacia ningún lado. Estoy persuadido de las manos sucias en algún oscuro y malévolo plan, por eso no hay poder alguno que pueda convencerme del error ¿un error? tal vez, pero dos seguidos y uno tercero para rematar: orden de corte sin la previa y normal notificación o aviso, no me la calo.
En seneca y en toda Nueva Esparta, algo está realmente podrido.
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