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Editorial del semanario Temas-Venezuela (07-05-2010)Entre las muchas cosas que detestan la derecha venezolana y su servidumbre dispersa en los espacios informativos (más bien deformadores de la realidad) se encuentra todo lo que les recuerde que en Venezuela se ha activado una rebelión. Cierto que esta es inédita: pacífica, respetuosa de libertades fundamentales y muchas veces más tolerante con la conspiración de lo que muchos quisiéramos. Pero es una rebelión de pueblo. Y a nada teme más el poder económico que a la idea de que el pueblo ahora tiene poder, libertad y posibilidades de expresión inimaginables cuando ellos tenían el control del Estado.
Justo en estas semanas la institucionalidad del Estado se ha manifestado en apoyo de una práctica o forma de autodefensa popular en contra de las corporaciones de la información. Se le ha llamado “Guerrilla comunicacional”, lo cual a pesar de su nombre relampagueante (e inquietante para algunos) no es otra cosa sino la activación masiva del ciudadano-comunicador; la toma de conciencia por parte de la juventud bolivariana, de que el derecho a la información no debe ser monopolio ni patrimonio de élites académicas o gremiales, sino un derecho de todo el pueblo. El pueblo se ha desatado a informar y a exigir su derecho a ser informado, y en ese acto de emancipación está produciendo formas muy pundonorosas, atrevidas y audaces de arte callejero. Los murales del colectivo La Piedrita (23 de Enero, Caracas) que han generado gritos de pavor en el antichavismo más reaccionario, son una muestra de los poderes creadores del pueblo, y son creación, por cierto, de Nelson Santana. Este caballero estudió artes plásticas en Francia y prefirió dejar la vida relajada que le ofrecía París para venirse a producir lo mejor del muralismo hecho en su parroquia. Otro se hubiese aburguesado y quizá estaría ganando millones; Santana prefirió venirse con su pueblo y entregarles a los jóvenes su técnica y su talento: eso es guerrilla comunicacional.
El antichavismo, que tanto se ha llenado el hocico exigiendo libertad de expresión, ahora exige que el Estado silencie estas manifestaciones de arte y libertad. Pero el Estado, en cambio, le ha dado su reconocimiento. Si la oposición hubiese sido gobierno en Europa no hubiesen sido posibles Dalí, Picasso o García Lorca. Si tuviera el poder de otras épocas y otros lugares, la Iglesia hubiese proscrito (o torturado, o quemado en la hoguera) a centenares de pintores, cineastas, escritores y poetas que se han burlado de los íconos de la santurronería católica. A Cristo lo han presentado fornicando con María Magdalena, de la imagen de muchos personajes “santos” se han derivado obras que los presentan como aberrados y nauseabundos engendros. Los defensores de la “moral” por lo general protestan pero el arte y la cultura siempre se imponen… y la Iglesia jamás logrará justificar cómo es que mientras arma escándalos por murales artísticos sus “príncipes” siguen violando niños en todo el mundo.
Que siga la guerrilla, y que muera la “moral” de los perversos.
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